Réquiem de Verdi en el Auditorio Nacional
- Arantxa Bermejo
- 6 may
- 2 Min. de lectura
Ilusión. Si solo pudiera elegir una palabra para ese día, sería esa. Ilusión. Tras varios meses de intenso trabajo, llegaba el momento de mostrar al público nuestro trabajo. El domingo 4 de mayo, la Banda Sinfónica Complutense actuó en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, interpretando la grandiosa Messa da Réquiem de Verdi, junto al Orfeón Complutense y los solistas Laura Lavilla, Mónica Redondo, José Darío y Francisco Santiago, bajo la batuta de Pascual Piqueras.

Te subes al autobús con tus amigos y compañeros, comprobando que no te has dejado los zapatos en casa, que llevas las cañas del clarinete, o que la funda del instrumento, efectivamente, lleva el instrumento dentro (las he visto de todos los colores, creedme). Llegas al Auditorio Nacional -ese edificio que en sus 36 años de vida ha escuchado música de todas las épocas-, y contemplas con emoción el lugar donde disfrutarás de algo inolvidable en las próximas horas. Hoy es el día.
Los asistentes disfrutan de la actuación, pero los músicos (afortunados nosotros) también lo hacemos de otros momentos aparentemente inocuos, como la búsqueda del camerino, donde nos entretenemos observando los retratos que hay en el pasillo de directores y otras personalidades del mundo del arte que igualmente pasaron por allí.
La prueba de sonido se convierte en un maratón de colocar sillas, atriles y de enterarse al lado de quién vas, para que, cuando comience el espectáculo, salgamos ordenados. ¡Que todo cuenta! Y empezar un Réquiem sin orden ni concierto, aunque sea en la salida de los músicos, como que no queda bien. La prueba de sonido se solapa con una nueva modalidad a la que decidimos llamar “prueba de imagen”, en la que todos nos tomamos fotos tratando de inmortalizar el día en el que la BSC conquistó el Auditorio.

Las horas pasan rápido. Damos los últimos retoques musicales junto al coro y los solistas y abandonamos el escenario. Ahora nos retocamos nosotros: vestidos, chaquetas, maquillajes, zapatos. Todo el mundo quiere estar perfecto. También hay tiempo para el yantar en la cafetería, donde vuelan las pulguitas de tortilla y los cafés con leche fría, que el tiempo se echa encima y el Auditorio no espera.
Son las 12 horas del 4 de mayo. Salimos al escenario (ordenados, hemos atendido a las instrucciones de salida) y comienza el concierto de una versión inédita del Réquiem, arreglada por Christaan Jansen. A diferencia del concierto que ofrecimos en la Catedral Magistral de Alcalá, aquí sí se interpretó al completo, incluyendo el Offertorio, Sanctus y Lux Aeterna. Músicos y público nos dejamos llevar por los diferentes movimientos de la obra en un viaje perfecto durante la hora y media que duró la Messa da Réquiem.
Un día inolvidable en el que nos gustaría agradecer a todo el mundo que vino, a pesar de que fuera una fecha en la que los eventos se amontonaban (puente de mayo, día de la madre, domingo), pero también a los que no pudieron venir; gracias a los que habéis hecho posible que grandes y pequeños y pasáramos un día inolvidable haciendo lo que más nos gusta. Gracias, gracias, gracias.
Comentarios